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ideológico desde el que ahora es ajusticiado, pero me pregunto si es jurídicamente proporcional o socialmente progresista el linchamiento mediático del que está siendo objeto Iñigo Errejón.
No sé para qué queremos juzgados, jueces y fiscales en España, si las redes sociales y los platós de televisión actúan como el nuevo tribunal de la moral, donde se denuncia, imputa y condena a ejecución pública, sin más pruebas, trámite o garantías procesales que la palabra de una docena de presuntas víctimas, algunas de ellas no identificadas.
Tampoco entiendo muy bien el papel de Fallarás, que con una cuenta en una red social, autoerigida en "canal consensuado" y "aceptada" por los medios de comunicación al margen de los múltiples canales que la administración dispone y propone usar a las personas afectadas.
Atendiendo a los momentos elegidos para la publicitación de las acusaciones realizadas, sin ser especialmente mal pensado, puede parecer que ha sido especialmente elegido y lo que algunas de estas mujeres parece que quieren para quien consideran su maltratador, acosador o agresor sexual no es la cárcel sino el descrédito reputacional. Algo que ya han conseguido. Pero que en modo alguno puede considerarse un triunfo social o colectivo.