Hoy hace unos años, festividad de "Viernes Santo", los irlandeses celebraron el comienzo de un principio de acuerdo que solo hace unos días cerraba una vieja fase de violencia y abría otra mucho más ilusionante de acuerdo y de paz.
La autonomía irlandesa camina hacia su reaparición prevista para el próximo mes de mayo. Un acuerdo entre líderes de partidos opuestos y extremos lo hará posible. Leí el otro día algo así como que tan convencional desenlace, con toda la carga simbólica que acarrea, subraya la irracional crueldad que representan las 3.500 víctimas asesinadas y los 50.000 heridos que se ha cobrado el enfrentamiento entre ambas comunidades desde 1969. Un coste brutal para que, al final, los enemigos irreconciliables de ayer desemboquen en el ineludible compromiso de repartirse simples atribuciones autonómicas.
Un balance llamativamente caro para un logro tan accesible desde el diálogo y la discusión civilizada. Probablemente el problema fundamental, como en casi todos estos casos, no es la meta que se dice perseguir, sino el nivel de preparación y de ambientación de los líderes de los partidos y de las sociedades a las que dirigen y/o representan. Lo que ocurre es que a veces también es un círculo vicioso, y en cualquier caso, mirando desde la actualidad hacia atrás, los muertos dejados por el camino solo son un un triste e inútil trofeo para los que hoy se saludan, sonríen y se dan la mano.
La autonomía irlandesa camina hacia su reaparición prevista para el próximo mes de mayo. Un acuerdo entre líderes de partidos opuestos y extremos lo hará posible. Leí el otro día algo así como que tan convencional desenlace, con toda la carga simbólica que acarrea, subraya la irracional crueldad que representan las 3.500 víctimas asesinadas y los 50.000 heridos que se ha cobrado el enfrentamiento entre ambas comunidades desde 1969. Un coste brutal para que, al final, los enemigos irreconciliables de ayer desemboquen en el ineludible compromiso de repartirse simples atribuciones autonómicas.
Un balance llamativamente caro para un logro tan accesible desde el diálogo y la discusión civilizada. Probablemente el problema fundamental, como en casi todos estos casos, no es la meta que se dice perseguir, sino el nivel de preparación y de ambientación de los líderes de los partidos y de las sociedades a las que dirigen y/o representan. Lo que ocurre es que a veces también es un círculo vicioso, y en cualquier caso, mirando desde la actualidad hacia atrás, los muertos dejados por el camino solo son un un triste e inútil trofeo para los que hoy se saludan, sonríen y se dan la mano.