El pasado sábado, viniendo de Barcelona, coincidí en el avión con el retorno del grupo de alumnos y alumnas de 4º de ESO del Instituto de Sopelana. Alrededor de 40 adolescentes seis días por diversos puntos de la ciudad condal y sus inmediaciones. Todos los comentarios que hacían iban en la linea de lo bien que se lo habían pasado. Y en el aeropuerto de Loiu, todos los padres esperando a sus cachorros para que les cuenten sus aventuras.
Yo, de los que me acordaba, era de los profesores, y pensaba lo poco que se les reconoce, que se les agradece y lo poco o nada que se les estimula económicamente por asumir este tipo de responsabilidades e iniciativas que, aunque casi siempre estupendas, si no se regularizan y se gestionan de otra manera desaparecerán con el tiempo. Y francamente, sería una lastima.