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miércoles, 20 de febrero de 2013

El papa Ratzinger y Miguel de Unamuno

Foto y texto recogido del
blog de Joselu llamado
"Profesor en la Secundaria

Sigo con cierto interés las noticias sobre la renuncia de Benedicto XVI al pontificado el próximo 28 de febrero. Me sorprendió como a todos por ser una situación inesperada. Inmediatamente sentí simpatía hacia un hombre por el que no tenía ninguna ya desde el principio cuando accedió al papado. Era un hombre marcado por su talante represor al frente de instituciones de la iglesia que pulverizaban cualquier disidencia. La experiencia de seis o siete años de pontificado han tenido que ser fundamentales para él, viéndose solo en medio de una cuadrilla de buitres y chacales que representan todas las alas fundamentalistas de la iglesia (el OPUS DEI, los kikos, Legionarios de Cristo, la pederastia de Marcial Maciel en Mexico...) Y a la vez desgarrada la iglesia entre un desfase entre su realidad anclada en el pasado y las demandas de modernidad (sacerdocio femenino, uso del preservativo, investigación genética, la homosexualidad...) Aunque uno se pregunta si es posible una iglesia en sintonía con los tiempos basada fundamentalmente en la irracionalidad de una creencia en un ser que no aparece por ningún  lado, que no se muestra, que nos contesta con su silencio administrativo... En este sentido no soy de los que creen que una modernización de la iglesia sea posible.  Cualquier intento de ello llevaría inevitablemente a su desmoronamiento absoluto. La religión no puede ser moderna, ni estar unida a la contemporaneidad. El Concilio Vaticano II supuso el error más tremendo que pudo cometer la iglesia intentándose poner a tono con los días, con los prodigiosos años sesenta. Era imposible. Era abrir vías que llevaron a su crisis más profunda: los seminarios se vaciaron, la gente dejó de ir a la iglesia, y los creyentes vieron a su iglesia metamorfoseada en algo moderno que traicionaba el pasado. Yo tenía ocho años cuando llegaron los influjos de dicho concilio y sé que cuando me explicaron que la misa no sería en latín y que los curas vestirían de calle ... supuso una considerable decepción. El rito católico tenía como esencia ser anacrónico, fuera del tiempo... como es la praxis del islam.

Es imposible modernizar la iglesia. El día que la iglesia se convierta en una prolongación del pensamiento político correcto y admita a los homosexuales en su seno así como su matrimonio y las mujeres puedan ser candidatas al sacerdocio y al papado, el día que la iglesia admita el matrimonio de los sacerdotes, el día que se admita el resultado de las investigaciones genéticas... me temo que desaparecerá porque habrá perdido al núcleo fundamental de sus creyentes que representan la visión contraria. Y además no conseguirá nueva adhesiones que le deberían llegar por su adaptación a la modernidad.


Me imagino a Benedicto XVI, a Joseph Ratzinger, retirándose a un convento de clausura donde le quedarán unos años para ejercer su vocación fundamental que es la teología y la especulación intelectual desde un punto de vista conservador... y entiendo su renuncia al papado que le impide ese tiempo esencial para la reflexión y su plasmación por escrito. Me lo imagino inmerso en una profunda crisis de fe tras pasar unos años en soledad entre las hienas del Vaticano que le habrán llevado a la consideración de que los frutos del cristianismo no son precisamente admirables y que la iglesia de Cristo es todo menos ejemplo de lo que preconizó su fundador hace dos mil años. Él es una persona inteligente, vamos a dejar a un lado su pasado represor, y ha tenido la osadía de hacer algo que nadie había hecho en los últimos quinientos años, abandonar el papado como si fuera simplemente un trabajo y no una misión. Ha tenido la osadía de bajarse de la cruz y reivindicar tiempo para la reflexión y la escritura. Cada instante que le quede a partir del 28 de febrero es esencial. No le queda mucho tiempo. El problema es que su pensamiento profundo quedará velado por su precaución y no lo veremos escrito en sus consideraciones posteriores a su renuncia.

Sin embargo, entiendo que entre las conversaciones más interesantes que se podría tener sería una con él, una vez abandonado su papado y retirado al más estricto silencio como él ha dicho. Me gustaría que traicionara este propósito y nos dejara el testimonio abierto en canal de un papa que duda... Sería terrible pero profundamente literario. Ya lo escribió en 1931 Unamuno en aquella novelita que le supuso la excomunión, San Manuel Bueno Mártir.

¿Cómo empleará el tiempo que le queda Joseph Ratzinger? ¿Será fiel a su vocación intelectual o predominará la prudencia pontificia que le lleve a ser inane e insustancial? ¿Es un verdadero intelectual o simplemente un funcionario que no traiciona jamás a su jefe? Nada hace presagiar que él tenga el coraje de abrirse las venas y mostrarlo ante el mundo, pero lo ha tenido para hacer algo inadmisible que es renunciar.

Tiempo al tiempo.