La capacidad de aguante del personal, de la ciudadanía está empezando a sorprender a propios y extraños.
Ver que nuestros partidos, grandes y pequeños, cuando son pillados en flagrante delito, se limitan a negar la evidencia y a responder con un "y tú más" dan ganas de vomitar.
El desapego de la ciudadanía hacia los partidos me parece especialmente preocupante, más si cabe, cuando parece que les importa un higo lo que opinemos, y actuan como si la única deducción que sacan es que "cuanto más ciudadano pasota los días de elecciones, mas seguro les quedan los chiringuitos". ¡Gran error!
El problema más acuciante que veo, en esta situación, es la peligrosa deducción que pueden sacar una mayoría asustada y pasto de una crisis especialmente larga. Las llamadas de sirena de un Gil Y Gil, de un Berlusconi, o de un militar que busque hacer carrera rápida, y con promesas de "justicia social", que se declare "apolítico y antipartidista", amante de la "democracia orgánica", pueden hacer enloquecer a un amplio sector de la población y tirar por la borda los logros conseguidos estas últimas décadas.
No olvidemos "que la democracia es la peor forma de gobierno, excepto por todas las otras formas que han sido probadas de vez en cuando." (Winston Churchil) Por la regeneración de los partidos, caras nuevas, pero dentro de una democracia que hay que seguir consolidando.