El PP ha convertido el asunto Rivera en un fracaso propio cuando realmente es un éxito para el País

sábado, 2 de febrero de 2013

Un pacto contra la corrupción entre los partidos políticos se antoja imprescindible.

Ello obligaría a las formaciones políticas, por imperativo ético y político, a dejar esta cuestión al margen de la dinámica de confrontación entre gobierno y oposición. El pacto tendría como finalidad esencial defender y proteger a los partidos políticos frente al vicio corrosivo de la corrupción. Pero cuando este fenómeno deja de ser cosa de unas cuentas personas y pasa a instalarse en la dirección de una formación política, como práctica acordada o consentida por conocida, entonces la dimensión y la naturaleza del problema son radicalmente distintas. Entonces los pactos contra la corrupción no sirven, pues carece de sentido pactar con quien ha practicado o consentido la corrupción interna. En tal supuesto, la necesidad perentoria no es defender a las formaciones políticas sino proteger al sistema democrático.

El escándalo de las cuentas secretas del PP es un asunto gravísimo. No solo porque afecta a la dirección de una formación importante, sino porque es el partido que gobierna y su líder es el presidente del Gobierno de España. Mariano Rajoy y toda la dirección del PP están obligados a aclarar sumariamente lo sucedido, y adoptar las medidas necesarias, aunque éstas afecten a sus personas y a sus cargos. 

En el caso de que se confirmasen los sobresueldos denunciados, todos los que figuren como beneficiarios deberían dimitir ‘ipso facto’. El acuerdo que se precisa es el dirigido a sanear y proteger el sistema democrático, a salvar la política de los corruptos, pero también de populistas a los que les encanta el caudillaje.
X. Gurrutxaga en Vovento