El PP ha convertido el asunto Rivera en un fracaso propio cuando realmente es un éxito para el País

sábado, 23 de febrero de 2013

La pesada "herencia" de Bildu, Sortu, EH, HB, o como quieran denominarse.

El congreso fundacional que Sortu celebra hoy en Pamplona invita a interpelar a sus integrantes sobre la responsabilidad contraída durante tantos años de ejercicio de una intolerancia extrema, justificada desde un victimismo que celebra la vuelta a la legalidad con algún guiño deliberadamente equívoco hacia algunas víctimas del terror. Pero el encuentro permite también fijar la vista en la ‘otra’ normalización democrática que tienen pendiente los herederos de Batasuna: su conversión en un partido con un funcionamiento análogo al de las demás formaciones. De una organización que operaba al dictado de ETA a un colectivo que deberá emanciparse de cualquier tutela externa. La duda es si el cónclave ‘creacional’ será suficiente para dejar atrás la opacidad en la toma de decisiones hasta el punto de que Sortu vuelva transparente a la izquierda abertzale. Su estética simula renovar las viejas tradiciones partidarias. Pero para que eso sea verdad Sortu tendrá que pasar por el trance de convertirse en un partido como los demás.

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Desde que en 1979 la izquierda abertzale se hizo carne electoral, la ‘vanguardia’ siempre ha sabido multiplicar su presencia en la sociedad vasca y navarra a través de dos poderosos recursos: la sacralización de su núcleo director y la expansión de su mensaje mediante el ‘entrismo’ –que decían los troskistas– o a través de toda una galaxia de iniciativas y plataformas que perdían su espontaneidad e inocencia antes de nacer. La izquierda abertzale puede tratar de pasar página olvidando y fomentando el olvido. Pero está abocada a la desacralización de su subcultura política y de manera precipitada.

ETA no es ya más que una patética referencia a la que ni los verificadores internacionales devolverán la vida a base de un desarme ritualizado de un arsenal de desechos. Y, sin embargo, la izquierda abertzale sigue cautiva de lo sagrado. Hasta reserva la secretaría general al ‘esperado’, hoy en prisión. Y asigna carteras de lucha institucional, de masas e ideológica en su dirección. Es indescifrable qué significa que para esta última responsabilidad haya solo un candidato. Luchar se ha vuelto complicado, cuando resulta tan difícil precisar en pos de qué y contra quién. A no ser que sea contra todos y a la espera de lo que caiga. La herencia se vuelve pesada cuando no se puede capitalizar.

Texto parcial de un artículo de K. A. hoy en Vocento