En los años noventa, el Estado debió deglutir la llamada guerra sucia contra el terrorismo que llevó a la cárcel a un ministro del Interior (José Barrionuevo) y a un secretario de Estado de Seguridad (Rafael Vera), además de a otros cargos públicos. También quedamos abochornados por la corrupción protagonizada por el que fuera nada menos quegobernador del Banco de España (Mariano Rubio) y por el Director General de la Guardia Civil (Luis Roldán). Tuvimos que encajar el impacto de la financiación ilegal de partidos(caso Filesa y caso Naseiro), descubrimos jueces corruptos (Estevill), pelotazos delictivos (Mario Conde) y hemos asistido ahora al desplome por incompetencia, incuria y rapiña del cincuenta por ciento del sistema financiero español -las Cajas de Ahorro- y, al hilo de este desplome, relatos de despilfarro inmoral e hirientes prácticas de frivolidad en el manejo de los fondos públicos.
Estamos asistiendo perplejos a la instrucción penal de los manejos de Iñaki Urdagarin, yerno del Rey, y de presidentes de comunidades autónomas de su partido comoMatas en Baleares y Camps y Zaplana en Valencia. En paralelo, señor presidente, existen evidencias de que en el Partido Popular se han producido pagos irregulares. Añadamos a estos casos los otros muchos que menudean en comunidades autónomas como Cataluña, Galicia, Andalucía, sin olvidar la trama Gürtel que impacta también de lleno a su organización en Madrid y Valencia. Todos los corruptos que han sido y son niegan su condición y aseguran su inocencia. Una justicia lenta, premiosa, intolerablemente tardía añade de hecho una larguísima impunidad.
Muchos pensábamos, señor Rajoy –y algunos seguimos persistiendo en esa creencia-, que una de las virtudes que le adornaban era la honradez. Y necesitamos saber si usted, señor presidente, cobraba o no las cantidades que la presunta pero muy verosímil contabilidad de Luis Bárcenas le atribuye.Y si la amnistía fiscal aprobada por su Gobierno la asume en un acto de humildad y lucidez como un tremendo error de juicio moral.
No puede usted, señor presidente, seguir viviendo en la ficción de que la paciencia de los españoles es inagotable, ni seguir abusando de la esclavitud intelectual y acaso ética a que nos somete esta crisis económicaque sirve para envolver en papel de celofán toda clase de arbitrariedades y amedrentamientos. No se confunda, señor Rajoy.
No estamos dispuestos a que se pisotee el honor que comporta como atributo la ciudadanía democrática. Por eso, señor Rajoy, señor presidente del Gobierno, díganos ya la verdad sin refugiarse en subterfugios ni en solemnes declaraciones. Convénzanos. Y hágalo antes de que sea demasiado tarde.