"Me presento ante ustedes con la convicción del deber cumplido en nuestro año de Gobierno", declaraba solemnemente la singular Isabel Díaz Ayuso en el arranque del debate sobre el estado de la región.
La primera, España y el bienestar de los Borbones, y de ahí que la presidenta se ratificara en su lealtad al rey y en su compromiso con la indisoluble unidad de la patria.
La segunda, los okupas, que te ven salir a por el pan y te cambian la cerradura al descuido los muy tunantes.
¿Tercera preocupación? La educación concertada, tan amenazada por el populismo bolivariano y que a tantos quita el sueño. Urge blindarla con una ley –que sería la primera de su mandato- porque lo que está en juego es la libertad y garantizar que haya plazas atendiendo a la demanda de las familias.
¿La cuarta y no menos importante? Los impuestos. El PIB de Madrid caerá cerca de un 13% y mientras la Comunidad exige fondos al Estado porque está boquerón, Ayuso se compromete a bajar medio punto el IRPF a los pobres y a los ricos, que también son hijos de Dios.
¿La educación pública soliviantada y con los profesores anunciando huelgas? No preocupa. ¿Y la Sanidad pública también en pie de guerra y al borde del colapso? Tampoco preocupa.
Que hasta Vox haya pedido a esta chiripitifláutica mujer que dedique los Presupuestos a lo que de verdad hace falta, esto es a Sanidad, Educación y Dependencia, es indicativo del verdadero estado en el que se encuentra la región en manos de este Gobierno del que, según Ayuso, no sobra nadie, dicho sea quizás en referencia a ella misma.