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La inevitabilidad de la designación de Urkullu no es solo consecuencia de su gran éxito electoral, sino también de la imposibilidad de las otras formaciones de alcanzar el mínimo acuerdo para impedir la investidura del candidato jeltzale. Hoy por hoy en Euskadi los socialistas no están en condiciones de firmar un acuerdo de gobierno más que con el PNV.
El Gobierno PNV-PSE garantiza de entrada la estabilidad institucional. Pero la inmensidad del desafío exige algo más que una mayoría gubernamental. Demanda a la política una actitud constructiva para el logro de acuerdos que resulten esenciales para hacer frente a la crisis y avanzar en la consolidación de una Euskadi cohesionada y con un desarrollo económico que permita sostener ese modelo social.
El Ejecutivo tiene el deber de articular el diálogo político y social que vaya más allá de sus propias lindes. La oposición tiene también que elegir su modelo de relación con el Gobierno. Puede optar por un modelo de colaboración, o bien puede optar por el modelo Casado. Bildu, puede ensimismarse con su condición de «alternativa», y correr el riesgo de reproducir aquí, a su manera, el modelo Casado. Sería nefasto.