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miércoles, 8 de diciembre de 2021

El buen patrón, en los Goldem de Bilbao.

Una película entreteida que ha conseguido hacerme pasar un rato agradable  y que en algún momento ha arrancado alguna carcajada en la sala. Ya solo por la actuación de su protagonista compensa ver la película.
Hay quien viéndola recuerda a un 
Berlanga divertido y brutalmente inteligente. En la peli se puede saborear un concentrado de ácido puro envuelto en un caramelo refrescante en su forma y amarga en su fondo.

La peli nos habla de Julio Blanco, el carismático propietario de una empresa que fabrica balanzas industriales en una ciudad española de provincias, espera la inminente visita de una comisión que decidirá la obtención de un premio local a la excelencia empresarial. Todo tiene que estar perfecto para la visita. Sin embargo, todo parece conspirar contra él. Trabajando a contrarreloj, Blanco intenta resolver los problemas de sus empleados, cruzando para ello todas las líneas imaginables, y dando lugar a una inesperada y explosiva sucesión de acontecimientos de imprevisibles consecuencias. 

En definitiva, Bardem interpreta magistralmente a un empresario con maneras de cacique, un cacique 
de los que cualquiera de nosotros ha podido cuando menos ver en su entorno, si no sufrir, en su vida laboral. Un cacique de los que España, con Euskadi incluida, sabe mucho. Solo le ha faltado a la peli añadirle el brazo político, el buen patrón que se presenta al Ayuntamiento y arrasa. Eso sí que también suena en este país, y suena bastante.

 En definitiva, una peli que quizá sea la mejor película de Fernando León de Aranoa.