El lunes, Boris Johnson se vistió de policía y se paseó por la ciudad de Liverpool acompañado de policías de verdad. Todo para salir en Twitter y anunciar su plan de lucha contra las drogas, hecho de más medidas represivas y más actividad policial. Lo que no pensó Boris es que esta actividad policial iba a ejercerse en Westminster. El secreto a voces, sin embargo, jugó en su contra, y en cuanto él se dio su bañito de publicidad a alguien se le ocurrió hacer una inspección en los lavabos que usan los miembros del Parlamento, más que nada para hacerle la prueba del algodón a su plan y obtener el resultado esperado: altas concentraciones de hipocresía y de vanidad, clasismo e ineficacia.
Pero lo que a mí me gusta des caso es que existe la fundada sospecha de que ese ‘alguien’ representaba al propio ‘Sunday Times’. Se sabe que actuó con la aprobación del presidente de la Cámara de los Comunes, Lindsay Hoyle, quien no parece estar muy contento con los hábitos de los ‘MPs’.
Estas cosas no pasan en España. Pero como decía María Maizkurrena en su artículo en El Correo del miércoles no porque no haya casos. Aquí, lamentablemente, nadie pasa bayetas reactivas por los lavabos ni del Parlamento ni de otras inastituciones del Estado.