Ayer hizo justo dos meses que en la tribuna del Congreso el señor Espinosa de los Monteros despedía alborozado a un buen diputado, Alberto Rodríguez, y, lo que son las cosas, dos meses después el Supremo ratifica la condena al mismo señor Espinosa de los Monteros por dejar de pagar parte de las obras de su lujoso casoplón de cuatro plantas y 542 metros cuadrados, con ascensor, piscina y garaje, que okuparon con 'k' y sin licencia del ayuntamiento.
A mí me gustaría que fuera coherente con sus propias palabras y abandonara voluntariamente su escaño porque, según sus mismas palabras, sería lo justo. Es decir si le condenan, que le han condenado, dimite, y se va. Lo que él pedía.
Pero la chulería suprema de la extrema derecha le ha llevado al susodicho a que una vez terminada la intervención de Joan Balvodí, Espinosa de los Monteros ha pedido la palabra "para aclarar que la casa no tiene cuatro plantas, sino cinco". La catadura moral de la derecha española queda evidente.