Llevo varias semanas observando cómo el papa Francisco entra y sale de la UCI,
una situación bastante grave dadas su edad y su enfermedad. Tampoco es que me interese especialmente la figura del papa; como dice Woody Allen, entre el papa y el aire acondicionado, prefiero el aire acondicionado.
una situación bastante grave dadas su edad y su enfermedad. Tampoco es que me interese especialmente la figura del papa; como dice Woody Allen, entre el papa y el aire acondicionado, prefiero el aire acondicionado.
Sin embargo, me resultan inexplicables los sentimientos religiosos de una gente capaz de rezar a coro, unos por su recuperación, y otros rezan a diario con todas sus fuerzas para que "vaya la cielo" cuanto antes. Aunque lo de rezar parece bastante ineficaz al lado de los antibióticos, la intubación y la ventilación mecánica, tampoco hace mal a nadie. Mejor que rezar en Ferraz un rosario contra la ley de amnistía o en desagravio por los pecados cometidos por el Gobierno de Pedro Sanchez.
La fe y la oración son los últimos recursos cuando no queda otra.
No deja de ser curioso el aborrecimiento que despierta Bergoglio entre los sectores más reaccionarios de la iglesia. Para muchos católicos el papa Francisco es poco menos un hippie. No estoy seguro de si lo odian más por sus afirmaciones de que la homosexualidad no es un delito, por sus homilías contra la guerra y la avaricia que la provoca, por su compasión cristiana hacia los inmigrantes o directamente por ser argentino, que también puede ser.
En fin, “Non ti preoccupare, Francesco, per ora va tutto bene”.
Más papistas que el papa.
En fin, “Non ti preoccupare, Francesco, per ora va tutto bene”.
Más papistas que el papa.