El PP ha convertido el asunto Rivera en un fracaso propio cuando realmente es un éxito para el País

viernes, 20 de julio de 2007

Simulacro y engaño en Navarra

Bajo el título de "Simulacro y engaño", Xabier Gurrutxaga escribe hoy un artículo muy clarificador en EL CORREO, y puesto que coincido con su opinión, lo transcribo literalmente.


Dice que el proceso de formación del Gobierno en Navarra se ha convertido en un triste y lamentable espectáculo que está avergonzando a propios y ajenos, salvo lógicamente a UPN y al núcleo más dogmático de la izquierda abertzale oficial. El protagonista principal de tamaña obra es el PSN, representado fundamentalmente a través de su candidato Fernando Puras. A la vista de los acontecimientos parece evidente que la ruptura de las negociaciones con NaBai e IU poco tiene que ver con cuestiones programáticas ni con diferencias por la composición del Gobierno. En ambas cuestiones ambas formaciones han demostrado tener la flexibilidad y el realismo que exigía esta ocasión histórica. Una ocasión de oro para intentar situar la ‘cuestión navarra’ bajo unos parámetros más razonables y sobre todo más democráticos, tanto en su dimensión interna como externa.

En su dimensión interna porque la sociedad navarra podría estar en condiciones de articular su convivencia bajo coordenadas de mayor respeto a la pluralidad y cohesión interna. Una convivencia donde la condición de vascos de una buena parte de la ciudadanía sería aceptada como un hecho constitutivo de la propia naturaleza de Navarra. En su dimensión externa porque, después de todo lo que ha caído, dicho acuerdo ayudaría a desactivar el discurso bélico sobre las relaciones con la comunidad de Euskadi y contribuiría a normalizarlas, prestigiando los cauces legales e institucionales previstos en el ordenamiento. Esta regularización de relaciones de igual a igual con Euskadi contribuiría, sin lugar a dudas, a un mayor realismo en el seno del vasquismo y a una mayor democratización del mismo al situar la voluntad de los navarros por encima de cualquier otra pretensión comunitaria basada en supuestas unidades territoriales. Pero sería también una ocasión histórica para regularizar las relaciones con España.

Tanto antes como después de las elecciones hemos podido comprobar nuevamente que tanto al PP como al PSOE, en cuanto estructuras centrales de poder y representación, realmente les interesa poco Navarra y lo que han expresado los navarros. Los primeros han hecho del tema el pin-pan-pun en su combate contra Zapatero, llegando al extremo de caracterizar cualquier pacto de gobierno con NaBai como la expresión de la negociación con ETA. Los segundos, entristecidos por los resultados al comprobar que era posible una mayoría sin UPN, porque incapaces de salir de la dinámica diabólica del PP han terminado por interiorizar que el cambio en Navarra, aunque sea bueno para los navarros, perjudica a sus intereses político- electorales en España. Por eso mismo desde Ferraz, lejos de respetar la voluntad de los socialistas navarros se ha tratado de imponer una voluntad ajena, auspiciando formalmente un proceso de negociación que en el fondo ha resultado ser un auténtico simulacro, una ficción en la que con ánimo o sin él se ha engañado y defraudado a mucha gente. Tiene razón la alcaldesa de Olite, Mari Carmen Ochoa, cuando califica lo ocurrido como triste, lamentable y vergonzoso, y presagia malos tiempos para los socialistas navarros cuando afirma: ‘Lo que hemos hecho no nos lo va a perdonar nadie. Ni nuestros votantes, ni nuestras propias agrupaciones’.