Aparte de la Liga, la Champions, los videojuegos y la venta de camisetas, Cristiano Ronaldo y Leo Messi dirimen su particular lucha de superclases en otro terreno de juego: el del fraude fiscal.
No son terrenos necesariamente excluyentes sino que más bien resultan complementarios. Por eso mismo el partido político más votado de España ha resultado también el más ladrón del continente. La financiación ilegal, el caciquismo, los jueces amigos y el dinero negro no están contraindicados en el juego democrático, al contrario: vienen incluidos en la receta.
Gracias a la acción de unos cuantos magistrados insensatos, hemos sabido que con los millones de euros malversados de la trama Gürtel, el PP pudo pagar varias campañas electorales, financiar televisiones inverosímiles, comprar columnistas, alquilar tertulianos, y lo que les sobraba se lo gastaron en chuches.
Algún ingenuo podría pensar que, con semejantes procedimientos gangsteriles, sería de justicia que el PP se disolviera, que los condenados devolvieran todo el dinero robado y que la democracia volviera a fluir limpia y cristalina por las urnas.
Ocurre que ese ingenuo no tiene la menor idea de cómo funciona la justicia y todavía menos de cómo funciona la democracia. Tampoco, todo hay que decirlo, de cómo funciona el fútbol.