La unidad es una quimera, como demostró anoche esa Kirchner de Triana en una patética comparecencia en la que, sin mencionar su humillante fracaso ni al nuevo secretario general, se parapetó en su castillo andaluz donde, según dijo, contaba con el respaldo mayoritario del servicio.
La próxima batalla ha de darse en Andalucía que es el freno de mano que ha impedido al partido configurarse para una España diferente que, de tanto café para todos, tiene la tensión por las nubes.
Lo que el PSOE necesita no es españolismo cañí sino federalismo en vena, porque sólo así dejará de ser una fuerza caduca y podrá adecuarse al nuevo paisaje, a una realidad que es plurinacional por mucho que su colección de fósiles se empeñara en negarlo.
El líder de este PSOE se equivocará si contemporiza y permite que la ola que cabalga se apacigüe y rompa mansamente en la playa. Su revolución será inútil si le tiemblan las piernas y pospone la toma la Bastilla.