El triunfo de Emmanuel Macron en las presidenciales francesas recuerda, de alguna manera, el de Barack Obama en 2008.
Un rostro nuevo para la gran mayoría de los votantes, y para el resto del mundo; un soplo de esperanza en medio de una situación sumamente compleja –el pleno arranque de la Gran Recesión, entonces, la crisis existencial europea, ahora- y una gran incógnita sobre sus respectivas capacidades de devolver a la política su papel impulsor del bienestar y del progreso.
¡Esperemos que su legislatura no finalice igual que la del líder norteamericano! Su sustituto allí es similar a la que ha perdido "ahora" aquí.