Creo que la última declaración de PIMEC
refleja lo que piensa mucha gente:
hay que respetar la legalidad,
pero sin enterrar los sentimientos.
El problema es cuando la emoción
-que siempre acompaña a la política-
se convierte en irracional
y degenera en fanatismo.
¿Está pasando ahora?
El pasado viernes nos impactó
un tuit de G.N.F. que, en catalán,
se dirigía así a Joan Manuel Serrat:
«Eres la vergüenza de Catalunya.
Por las barbaridades que dices
no mereces ser catalán.
En el país nuevo no te querremos».
Ya sabemos que un tuit es solo un tuit…
pero ayuda a su compañero.
Y los ataques a Serrat dejan entrever
un 'apartheid' político-cultural de la peor especie.
Si le humillan a él,
¿qué puede temer el ciudadano anónimo,
sospechoso de españolismo,
de algún grupo de hiperventilados?