Teresa Casanovas es una de las personas que conocí cuando vine a vivir a Sopelana, hace ahora 30 años. Desde entonces cuento con su amistad, algo que me enorgullece. Hoy la prensa le entrevista por su condición de catalana asentada hace décadas en Euskadi. Comparto su opinión, que ojalá fuese mas extendida entre la ciudadanía de su patria chica.
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Gorka Knörr y Teresa Casanovas enfrentan posturas en el diariovasco.com ante una crisis inédita. El momento político más convulso que ha vivido Cataluña en democracia.
Cada vez tiene más claro que 'la verdad está repartida entre las personas'. Una frase del filósofo Michel Foucault que Teresa Casanovas ha hecho suya porque le parece «fantástica». Por eso lamenta que quienes ejercen hoy la política quieran esgrimir siempre su verdad y que sea tan difícil militar en un partido y alcanzar la objetividad, que es lo que ella intenta en este momento vital. Esta catalana afincada hace 30 años en Bizkaia pasa temporadas en su tierra. Hace unos días, en Barcelona, comentaba con una amiga que las banderas y las patrias le interesan cada vez menos porque «solo sirven para separar». «Y de forma espontánea dije: 'Mi patria son las personas'. Me quedó redondo», bromea. «Pero, ahora en serio, las banderas suelen producir dolor», añade.
Como las que se han exhibido estas últimas semanas. Esteladas y rojigualdas. La situación de Cataluña preocupa cada vez más a esta exmilitante de Euskadiko Ezkerra, que durante años fue responsable de los museos de Bizkaia y hoy se dedica a su segunda profesión, la psicología. Dice que no ve una salida. «Puigdemont no puede echarse atrás. Debe mantener lo que ha dicho, 'sí pero no', porque no tiene otra manera de enfrentarse a toda esa gente que ha sacado a la calle. Y enfrentarse además a los independentistas radicales de la CUP o, incluso, a ERC. Le podrían crucificar. También tiene encima el hacha del Gobierno. Pero apelar ahora al diálogo es tramposo. Porque si uno rompe la baraja ya no puede apelar a ese diálogo. Se reclama antes».
Casanovas defiende que este es un Estado de Derecho con una Constitución y unas normas que son las que rigen el funcionamiento de la democracia. Y si se quieren cambiar estas normas, se cambian, sostiene. «Yo soy partidaria de renovar el texto constitucional. Es más, creo que debe hacerse. Porque han pasado 40 años y ya es hora. La sociedad de 2017 no es la misma que la del 78. Pero, claro, se deben seguir unas pautas».
«Un error y un horror»
Se han sucedido actitudes en este momento convulso de la vida catalana que no han gustado a Casanovas. Las cargas policiales del 1-0, por ejemplo. A su juicio, fueron un horror y un error. «Un Estado de Derecho no debería utilizar la violencia, aunque es verdad que la otra parte también estaba de escudo humano...». Tampoco ve con buenos ojos las detenciones de 'los Jordis'. En este sentido, subraya que otros magistrados habrían optado por una resolución diferente. Porque para ella, estas decisiones lo único que provocan es que se eche más leña al fuego. Afirma que Cataluña está viviendo un momento excepcional y que hace 15 años había menos independentismo. «Pero, ¿por qué sucede esto? Si echamos una mirada vemos que en una sociedad como la nuestra -gris, individualista y con crisis de valores-, las personas nos sentimos mejor si formamos parte de un grupo. Y si tenemos la ocasión de luchar por una causa que consideramos justa y compartimos, lo hacemos. Es un chute de dopamina tremendo a nivel personal».
La psicóloga hace alusión aquí a las identidades sobre las que se pronuncia el escritor libanés Amin Maalouf. El Príncipe de Asturias de las Letras argumenta que todas las personas tienen identidades múltiples y que cuando una de ellas se siente agredida, emerge con más fuerza que el resto. Esto es lo que cree Casanovas que está sucediendo en Cataluña. «La identidad catalana que se siente oprimida y emerge con fuerza con discursos como el de 'España nos roba'. Cuanto más atacados se sienten esos grupos, más se rebelan».
-¿Y la solución es la aplicación del artículo 155?
-Yo huyo de la confrontación. Y me produce malestar lo que pueda ocurrir en Cataluña con el 155. La gente se va a sentir atacada. Pero no sé si Rajoy puede hacer otra cosa. En el momento en que se ha roto la baraja, insisto, es difícil retroceder. Ni uno ni otro. Pero no sé qué otra medida intermedia podría aplicar el Estado.
Casanovas sitúa el origen del conflicto en el año 2007, cuando el PP recurrió el Estatut aprobado por el Parlamento catalán y las Cortes. Sin esa impugnación, cree que nunca se habría llegado a esta situación. «Porque la antigua CiU no era gente llamada a lanzar la independencia. Por el propio estrato social de sus componentes, era un partido conservador. Ni gente llamada a aliarse con la CUP. Al día siguiente de lo que sea, se van a matar», argumenta.
-¿Existe realmente una fractura social entre catalanes?
-Sí y me preocupa muchísimo. Sentí mucho, por ejemplo, que llamasen fascista a la directora de cine Isabel Coixet cuando paseaba por su barrio. Me puse en su pellejo y pensé que si un niñato de 15 años me llamara fascista... ¡pero si no saben lo que significa fascismo! Que se repudie a Serrat y a otras personas por decir que no son independentistas es terrible. En mi familia nos queremos y procuramos no hablar del tema.
Una situación que le recuerda a lo vivido durante tantos años en Euskadi. Las familias evitaban hablar de «política». Aunque reconoce que «aquí se ha sufrido muchísimo con el terrorismo». Y lo sabe porque lo sufrió muy de cerca. ETA asesinó a un cuñado de su marido, a Ángel Pascual Múgica, director de poryectos de la central de Lemoiz. «Y te preguntas si merece la pena tanto sufrimiento por la patria. En Euskadi el sufrimiento nos ha vacunado».
«Soy catalana de nacimiento y tengo más de ocho apellidos catalanes. Nadie me puede acusar de no vivir mi país y no amar mi cultura. No acepto que nadie ponga en duda mi catalanidad por no ser independentista. Me siento supercatalana y respeto todas las ideas. Y también defiendo que no me gusta lo que está saliendo a la calle; lo más rancio del nacionalismo español. Los rescoldos de la ideología franquista y de la ultraderecha. No quiero que me identifiquen con un ultraderechista».