A Puigdemont lo han detenido en una gasolinera. Más que a los grandes gestos, el president catalán es un hombre proclive a las grandes metáforas y los grandes símbolos.
Proclamó la independencia de la república catalana y la suspendió exactamente a los ocho segundos, una retractación en vivo y en directo que batió todos los records históricos de brevedad nacional. En plena era digital, Puigdemont inventó la independencia por guasap y después se dio a la fuga para inaugurar la primera presidencia vía Twitter.
En su alocada huida hacia delante, el president imitaba sutilmente a Thelma y Louise también sabían que se estaban yendo a la mierda a través de un desierto, pero se trataba de prolongar la escapada hasta rellenar dos horas de película.
Si Puigdemont hubiera esperado cuatro días para quedarse sin gasolina y lo hubieran detenido en Jueves Santo en lugar de en Domingo de Ramos, la serie simbólica habría quedado redonda. Para redondear la metáfora, unos días antes era detenida la plana mayor del gobierno catalán, Turull, Forcadell, Romeva, Bassa, y suma y sigue hasta completar 25 apóstoles: justamente lo que necesitaba un procés en plena efervescencia del martirio. No es muy difícil de entender que el cristianismo triunfó precisamente gracias a una crucifixión y que se extendió por cárceles, catacumbas y circos poblados de leones.