La personalidad narcisista se caracteriza, entre otros rasgos, por su inmunidad a cualquier autocrítica, por un sentido grandioso de la propia importancia, que le hace creerse superior a todos los demás, así como por una percepción exagerada de sus propios derechos, negándose a admitir haber participado en la creación de los problemas, que siempre se atribuyen a circunstancias exteriores.
"El narcisista, deslumbrado por sus propias fantasías de grandeza y omnipotencia, pierde el contacto con la realidad social" (Hans-Jürgen Wirth).
"El narcisista, deslumbrado por sus propias fantasías de grandeza y omnipotencia, pierde el contacto con la realidad social" (Hans-Jürgen Wirth).
En el nacionalismo catalán, que al final ha desembocado en un independentismo, concurren, naturalmente Las mismas características del narcisismo individual, y todas estas características comunes a los demás nacionalismos.
Y, por lo que se refiere a la megalomanía nacionalista, baste con señalar que: en diversas ocasiones, los políticos independentistas se han comparado con Mandela, Gandhi o Martin Luther King -es decir: con personalidades que, por su heroísmo e integridad míticos, se han convertido en un ejemplo para la Humanidad-; que, desde el Institut de Nova Història, se ha afirmado que Da Vinci, Colón y Cervantes -es decir y respectivamente: el para muchos mayor genio que ha producido la Humanidad, el más importante descubridor de todos los tiempos, y el mejor escritor español o, tal vez, de la historia universal- en realidad, eran catalanes; y que Artur Mas ha mantenido que, con la independencia de Cataluña, ésta se convertiría en "la Dinamarca del Mediterráneo", lo que conllevaría empleo de calidad, bajo paro, salarios altos y un Estado de bienestar robusto y sostenible, afirmación que no deja de tener su gracia cuando es pronunciada por un político de la antigua Convergència, ya que Dinamarca está considerado el país menos corrupto del mundo, sin que Mas se esfuerce en explicarnos cómo con los mismos miembros que integraron ese partido -y que, precisamente por su corrupción sistémica, ha tenido que cambiar de nombre- se puede conseguir una transformación tan asombrosa.