Los vínculos del territorio se flexibilizan y se crean redes y comunidades en las que la conexión geográfica es en algunos casos sustituida por afinidades, intereses comunes y objetivos compartidos. El concepto de pertenencia no desaparece, sino que se amplia a espacios con más grados de libertad. Es como si hubiésemos sido hasta ahora figuras planas viviendo en un espacio bidimensional dividido en líneas negras con ámbitos pintados en diferente color y de repente hubiésemos pasado a tener tres dimensiones:
ahora somos cuerpos geométricos más amplios, con formas más complejas.
Seguimos interactuando con ese plano que nos corta, por lo que
seguimos adscritos a las identidades nacionales clásicas, pero ganamos en matices, en dimensiones. E incluso descubrimos vínculos que nos unen más allá de la pertenencia o no al mismo color sobre el plano en el que anteriormente vivíamos, y que ahora es un plano más de los infinitos que podemos considerar como parte de nosotros mismos.
De las naciones a las redes. De David de Ugarte, Pere Quintana, Enrique Gomez y Arnau Fuentes. Prólogo de J. J. Imaz.