Hay dos tipos de turismo sexual infantil: el que requiere de un viaje anterior al acto y el que se compra los billetes después. El padre Lawrence C. Murphy es de los segundos.
El buen reverendo se pasó por la piedra, según la información del New York Times del enlace anterior, a unos 200 niños sordos entre 1963 y 1969. Varios obispos de Wisconsin escribieron al Cardenal Joseph Ratzinger comentándole el caso (aunque créanme: lo más indicado en esta situación es llamar a la policía. Es más rápido y da mejores resultados). Murphy alegó que ya estaba mayor, que no andaba para esos trotes, que de aquello habían pasado 25 años, que de todas formas allí había defectos de forma en el proceso y que se iba de vacaciones a casa de su hermano en Texas, que en Wisconsin hace frío.
Se estarán preguntando qué pasó. Ya se lo digo yo: nada. Lo mismo que con Neil Gallanagh, por poner un ejemplo más cercano.
Me remonto a 1985. Joseph Ratzinger, en calidad de responsable de la Congregación para la Doctrina de la Fe, envía la siguiente respuesta al obispo John S. Cummins en relación a otro caso de señor de negro juguetón. La traducción es mía tomando como base el texto en inglés ofrecido en su día por el Telegraph (la carta original está, vaya, en latín). La negrita está añadida por mí:
Habiendo recibido su carta el 13 de septiembre de este año, en relación al asunto de la retirada de todos los cargos eclesiásticos del Rev. Stephen Miller Kiesle en su diócesis, es mi obligación compartir con usted lo siguiente:Esta corte, aunque reconoce que los argumentos presentados a favor de la retirada en este caso son de gran importancia, cree en todo caso necesario considerar el bien de la Iglesia Universal junto con el del demandante, y es incapaz de arrojar luz sobre el detrimento que la concesión de la dispensación puede provocar en la comunidad de los creyentes en Cristo, particularmente en relación a la temprana edad del demandante.Para esta Congregación es necesario tratar los incidentes de este tipo con cuidadosa consideración, lo que necesita un largo período de tiempo.
Se lo vuelvo a poner más breve, que quedó algo largo: no me joda, que tenemos una reputación y unos clientes. Suena lo suficientemente feo como para intentar preguntarle al buen señor qué era lo que quería decir; podría uno pensar que se estaba poniendo el bien de la ponzoña que surgió de una piedra sobre el de las personas.
Coincidiendo con la visita de Ratzinger al Reino Unido hace dos años, Geoffrey Robertson, Richard Dawkins y Christopher Hitchens aparecieron en los medios como parte de una campaña para arrestar al Papa a su llegada a suelo británico. Hitchens lo comenta con la claridad que lo caracteriza:
Este hombre no está por encima ni fuera de la ley. El encubrimiento institucional de abusos a menores es un crimen bajo cualquier ley.
Aquello, si la memoria no me falla, quedó en nada. No sé si soy el único que piensa que a este señor habría que interrogarlo. Y luego ya, si quiere, que lo juzgue su dios, pero al menos que no se pase la justicia humana, que es la única que ha dado muestras de funcionar, por el forro de los cojones.
También sería bonito tener en España una investigación como la irlandesa. Pero eso a lo mejor ya es mucho pedir, no se vaya a romper la aconfesionalidad si empezamos a usarla.