Cada día laborable un capítulo (15/35) |
Robert estaba encendiendo el horno para colocar las costillas que esa noche iban a constituir el plato principal de la cena mientras Nordin preparaba las mesas. Iban a ser nuevamente doce comensales. Hoy vendrían cuatro guardias municipales, el que vino el día anterior con otros tres compañeros, dos parejas de homosexuales conocidos de Koldo, la brasileña y una amiga suya de la misma nacionalidad, un americano recién llegado a la ciudad que había conocido a Robert unos días atrás en el Residence y Pedro. El negocio marchaba bastante bien. Si conseguían reunir una docena de comensales todas las semanas, entre cenas y copas, ganarían más de trescientos euros cada jueves, lo cual, dado el maltrecho estado de las economías de los dos amigos, era un ingreso que se agradecía. La gente que había pasado ya por la trastienda de Iturribide parecía haber acabado contenta y todos ellos habían pedido nuevas reservas para volver en compañía de otros compañeros o amigos. Les gustó el ambiente, la comida, las canciones del americano, las copas. Era una manera especial, diferente y divertida de anunciar la llegada del fin de semana, de terminar la jornada del jueves.
Eran las ocho menos cuarto de la noche cuando sonó el timbre de la puerta.