Comentaba ayer Aintzane Ezenarro en un interesante artículo publicado ayer en EL CORREO que en una entrevista reciente concedida desde la cárcel, el líder de la izquierda abertzale, Arnaldo Otegi, reiteraba su crítica a los presos que se han acogido a la ‘vía Nanclares’. Lo hacía, eso sí, mostrando su respeto a las personas –qué menos–, pero reiterando que merecían su crítica política porque, según él, «se habían equivocado en los tiempos y en las formas». Sin embargo, no aclaraba qué es lo criticable en su actuación. Y ya van dos entrevistas en las que dice que son merecedores de una crítica política, pero no desarrolla a continuación su argumento, ningún argumento.
Aintzane termina diciendo que es su sinceridad, su honestidad y su humildad lo que les incomoda; su esfuerzo de mirarse en el espejo del pasado lo que les interpela. Y por tanto, hay que descalificarlos por todos los medios: con infundios, con acusaciones de tipo personal o simplemente calificándolos de ‘criticables’, sin explicar el por qué. Se recurre al viejo paradigma del «conmigo o contra mí» para tildarlos de «traidores» e intentar cortocircuitar el camino emprendido por éstos, para que no sea secundado por otras y otros presos.
Ahora que hablan de «nuevos tiempos y nuevas estrategias» es hora de que la izquierda abertzale destierre viejos esquemas con los que convierte a todo aquel que no piensa o actúa como ella en enemigos o en traidores. La libertad de expresión empieza desde casa, y los presos de Nanclares tienen todo el derecho a decir y a hacer lo que quieran sin que por ello tengan que seguir aguantando esa vieja costumbre de Batasuna de calificar al resto, de evaluar al resto, pero no parar a mirarse en su espejo ni un minuto; máxime cuando lo que están haciendo los presos de Nanclares no perjudica a nadie y beneficiará en el futuro a todas y todos los presos.
Los cambios políticos siempre empiezan porque alguien inicia el camino. ‘Los presos comprometidos con el irreversible proceso de paz’ han abierto y siguen abriendo camino: el camino de la esperanza para los propios presos, ejerciendo su derecho a repensar el pasado, rehacer sus vidas y construir futuro. Y no están solos, no. En la medida en que se va conociendo su ejercicio sincero, tienen más y más apoyo social. Y tendrán aun más. Porque solo la mirada crítica del pasado de quienes han practicado y defendido la violencia garantizará la no repetición y la convivencia en el futuro.