Acabamos de vivir el fracaso de la convocatoria del 25-A "Asedia al Congreso", que apenas convocó a un millar de personas, pero que marca una peligrosa tendencia: la radicalización, frente a las protestas relativamente pacíficas que hemos vivido hasta el momento. Baste decir que ninguna organización política con asiento parlamentario se atrevió a apoyar la convocatoria de ayer que intentaba acercarse al Congreso.
Lo mismo ocurre con los escraches, o con los incidentes que empiezan a brotar en las universidades.
La ola de descontento se está transformando a pasos agigantados en desesperación, una materia altamente inflamable.