El PP ha convertido el asunto Rivera en un fracaso propio cuando realmente es un éxito para el País

miércoles, 24 de abril de 2013

La desobediencia retrospectiva o los que protestan en democracia pretendiendo convertir en dictadura lo que no lo es


En general las revoluciones nunca se les hacen a los gobernantes realmente autoritarios e intransigentes, sino a sus sucesores más débiles y menos intimidatorios: no a Luis XIV sino a Luis XVI, por decir algo. También hay muchos más candidatos para enfrentarse a los gobiernos democráticos que para rebelarse contra las dictaduras. A Franco, que fondeaba su yate ‘Azor’ en plena bahía de La Concha durante semanas y se paseaba por San Sebastián con menos medidas de seguridad de las que necesitarían el Rey o Rajoy para hacer el mismo recorrido, no solían hacerle algaradas ni escraches, aunque motivos no hubieran faltado. Por supuesto, el clima levantisco y disconforme que reina en las democracias –frente a la placidez letal de las dictaduras– es un activo político y social a su favor. Ya el viejo Montesquieu advirtió que si acercamos el oído a un país y no se percibe ni el vuelo de una mosca seguro que se trata de una tiranía, mientras que si se escuchan gritos indignados, polémicas y voces escandalizadas de descontento seguramente estamos ante una nación libre.

De modo que solo cabe felicitarse de que los ciudadanos aprovechen las garantías que les brindan las instituciones democráticas para expresar sus reivindicaciones y sus quejas. Lo malo, sin embargo, comienza cuando los disconformes que quieren hacerse oír se empeñan en manifestar su desacuerdo transgrediendo las normas de la propia democracia y sobre todo empeñándose en descalificarla como si fuese en el fondo la peor de las dictaduras, aunque, eso sí, astutamente disimulada.

En nuestro país, las leyes son vistas como formas de violencia comparables a cualquier otra coacción ilegal: quien las trasgrede considera que sus motivos personales son tan válidos como los acuerdos colectivos de quienes pretenden hacerlas cumplir. Naturalmente, procura que esa transgresión le salga gratis porque si no…¡vaya democracia que tenemos! Cuando desobedecen a las autoridades actuales, en su imaginación se están enfrentando retrospectivamente a Franco, a Hitler o si me apuran un poco a Calígula. Y además con la ventaja de que su audaz batalla contra la tiranía puede hasta salirles gratis, con un poco de suerte y una ayudita de los biempensantes…

(De Fernando Savater, este pasado domingo, en Vocento)