Ya no estamos viviendo una crisis, sino una mutación del sistema. No se trata de un chaparrón tras el cual volverá a lucir el sol. Caminamos hacia un lugar desconocido. Sin brújulas y mapas.
Tras las políticas de austeridad se ocultan los intereses de los bancos acreedores, que quieren cobrar sus deudas. Los que pedimos flexibilidad - más créditos, más plazos, o condiciones mejores para pagarlos - estamos pensando en los intereses de la gran masa de los deudores, que sólo quieren subsistir. Está claro que no vamos a salir de una crisis como ésta sólo recortando gasto público.
La gente tampoco confía en la vieja manera de hacer política, ya sea de derecha o de izquierda. Se están viendo cosas insólitas: desahucios, comedores sociales atestados, pobreza... Cáritas y Cruz Roja no dan abasto. ¡España está bajando de población! Insisto: las reglas están cambiando. No podemos seguir agarrados bailando tango cuando la música que suena ahora mismo es rock and roll. Así sólo generamos frustración y abrimos la puertas de un populismo que debemos evitar a toda costa.o gasto público.
Me preocupa todo lo que sea confrontación. No es momento de pegarse, sino de pactar y negociar, como se hizo en los celebérrimos Pactos de la Moncloa de 1977. Al igual que entonces, estamos en una situación muy mala desde el punto de vista político, económico y social. Los actores políticos están moralmente obligados a pactar un objetivo común.
El error: mantener y conservar a toda costa partitocracia, preocuparse en deteriorar al adversario y no en resolver el problema. ¡Ya no podemos seguir mirando las cosas en términos de rentabilidad partidista! Toda la clase política en su conjunto está en el punto de mira. Lo que puede funcionar en una situación normal no funciona en los momentos excepcionales como éste. Incluso puede resultar contraproducente.
Buscar la solución en el líder carismático nos conduce al populismo. A ver si nos enteramos: ¡que las cosas están cambiando! ¡No necesitamos Beppes Grillos! Ni siquiera necesitamos discutir qué hacer. ¡La cuestión es el cómo, no el qué!
Para cambiar realmente las cosas, necesitas acuerdos con otros partidos, para que las reformas se mantengan en el tiempo y en todos los niveles del Estado. Y lo mismo con la Justicia, el combate al paro, etc.
Es muy humano buscar un chivo expiatorio, pero es un error simplificar y señalar un culpable con el dedo cuando sabemos que ha habido un fallo del sistema: constructores, bancos, administraciones, leyes... Olvidamos que durante muchos años se creó empleo y riqueza. Ponerse a señalar culpables, ya sea Zapatero, Merkel o Rajoy, no es sólo equivocado sino improductivo.