Estos días en España es más fácil encontrar voluntarios dispuestos a unirse al ejército norcoreano que juancarlistas. No digo monárquicos, que esos nunca fallan y hoy hacen lo que pueden por tapar la porquería, sino juancarlistas, de esos que llevan casi cuatro décadas diciendo: “yo no soy monárquico, soy juancarlista”. Estos días la mayoría está bajo la mesa.
No hurgaré en la herida, porque bastante vergüenza estarán pasando en los últimos meses, ni tampoco vamos a exigirles actos de arrepentimiento público, pero me gustaría oír a algunos señalados y fervorosos juancarlistas qué tienen que decir después de los elefantes, corinnas, yernos, hijas, herencias, comisiones, cuentas suizas y lo que venga, que habrá más.