Se acabaron las semanas santas y las pascuas y volvemos a la rutina y a la vida cotidiana. Los problemas siguen estando donde los dejamos y no parece que nuestros políticos hayan avanzado mucho mientras los demás cargábamos pilas para volver a aguantar sus escusas y sus incapacidades de acuerdo y concertación.
Decía Jauregui hace ahora quince días que lo primero que tienen que hacer es negociar. Y si llegan a un acuerdo, éste tiene que contemplar un pacto de amplio recorrido con la mirada puesta en 2015 y una posible recomposición de las alianzas tras las municipales. A mi juicio también, el PNV y el PSE tienen que explorar esa vía. Ahora, para que eso sea posible el PNV tiene que hacer rectificaciones importantes y ofrecerle al PSE un escenario de acuerdo, cambiando, por ejemplo, la política fiscal y la ordenación institucional del país, las cuestiones en las que el PSE viene insistiendo en el último año con mucha coherencia. Si el PNV se abre a esta posibilidad será bueno para el país porque la gobernación es muy difícil y porque, sinceramente, no veo un Gobierno vasco débil, sin mayoría estable, en una legislatura tan difícil.
Y si acordar les resulta tan difícil, aprendan de la organización con sede en el Vaticano. Cuando consideran que tienen que llegar a un acuerdo mayoritario sí o sí, encierran a sus mandos en una sala noble de la sede, lo denominan "cónclave", y no les dejan salir hasta que llegan a un consenso generalizado y hay fumata blanca. ¡No veas las prisas que se dan por acordar y pactar. ¿Por qué no ensayamos fórmulas que se han demostrado tan eficaces entre los mandatarios católicos con nuestros entrañables políticos?