Mariano Rajoy ejerció de torero viejo, recurrió al oficio de parlamentario antiguo.estuvo chuleta y faltón Mariano. Tan faltón estuvo que se recreó en la vacuidad intelectual de Pedro Sánchez. "Hasta ustedes lo entenderán", condescendía una y otra vez el presidente en funciones cuando explicaba los motivos de su pasividad y los méritos bíblicos del Gobierno que nos sacó del pozo.
Oratoria fluida, tensión dramática, veneno. Era la réplica formal del discurso anorgásmico de Sánchez en la víspera, aunque el clamor incondicional de sus diputados requirió forzar el sarcasmo. Porque
Fue el suyo un discurso intenso, costumbrista, incluso decimonónico, razón por la cual Rajoy hizo acopio de expresiones en desuso. Habló del rigodón, por ejemplo. Y utilizó el verbo tronchar, de tal forma que su alegato contra la investidura de Pedro Sánchez trasladaba un olor a naftalina y a colonia preconciliar. Mariano Rajoy, en modo viejuno, evocaba el pacto de Guisando para ridiculizar el acuerdo de Sánchez con Ciudadanos. Y se crecía en el catálogo de los improperios: un fraude, una mentira, un fracaso, un vodevil, una trampa, una verbena, un sucedáneo, una impostura.