La obra presenta, por un lado a Jamil. Un joven de origen magrebí que parece haber asesinado a sangre fría a un hombre indefenso postrado en su cama. Su condición de extranjero, de “moro”, alimenta la indignación popular.
Zergatik, Jamil? (Foto: Guillermo Casas) |
Por otro lado vemos a Xabier, un hombre que sufre una parálisis progresiva que ha sabido encarar con dignidad y alegría de vivir.
Éstos ingredientes se mezclan a través de una estructura que crea un suspense teatral del que el público también formará parte.
Como en cualquier thriller, se propone un juego intelectual al espectador: descubrir al asesino o en este caso, averiguar por qué lo ha hecho.
Como en todo suspense, el espectador hace desde un principio sus propias cábalas, sus propios juicios previos, cayendo, seguramente, en las mismas trampas que cae la sociedad que refleja el montaje. Los prejuicios del espectador son los prejuicios sociales.