Hoy Viernes Santo, asistiremos a un fenómeno cósmico de primera magnitud. No sólo seguiremos sin tener gobierno, un imponderable excepcional, sino que tampoco tendremos Dios ya que, como cada año, habrán ejecutado a Jesucristo el viernes y no resucitará hasta el día siguiente.
Sin Dios y sin gobierno, a lo mejor se democratizan los milagros, la Moncloa reciba una orden de desahucio, los consejos de ministros promulguen buenas noticias, nadie diga con retintín, en misa de doce, el célebre versículo de “dejad que los niños se acerquen a mi” y cualquier semana de pasión sea lo que su lado salvaje esté imaginando.
En esta imagen, donde la legión cambia la cabra por el Cristo, se ven mas autoridades y funcionarios que feligreses y/o creyentes. ¡Cuánto esperpento! |
lo que es peor, a menudo coinciden. Un país laico de pacotilla, donde los concejales se disputan los palcos oficiales, ya sea de los Reyes Magos o de las hermandades y cofradías. En las procesiones, desde luego, pero también en las liturgias de las misas solemnes, en los pregones de Semana Santa, en los intentos de incorporar el cristianismo como religión de Europa en los simulacros de constitución comunitaria. Gobierno y Dios van de la mano en la casilla del IRPF en la que sigue prevaleciendo la Iglesia Católica respecto a todas las religiones restantes y respecto a aquellos que no profesamos religión alguna. O en los hisopos que siguen bendiciendo inauguraciones públicas. Visto lo visto, aquí seguimos siendo agnósticos, católicos, apostólicos, romanos y populares.
¿Alguien imagina a la legión que acompañe a las procesiones musulmanas que conmemoran el nacimiento de Muhammad, o Mahoma, como le llamamos los antiguos? Tampoco veo precipitarse a los alcaldes hacia la sinagoga más cercana para celebrar el pesaj, en los próximos días. Y el budismo lo dejamos para Richard Gere.