Foto y texto recogido de www.kamaraka.com |
La sangría de jóvenes europeos que se incorporan a las filas de ISIS y grupos similares, debería animar no tanto a incrementar controles, a militarizar la vida civil, a iniciar guerras santas contra no se sabe bien quién, como a pensar en qué Europa hemos construido y cuál queremos que sea. No se trata de autoinculparse, sino de fortalecer todos aquellos valores a los que Europa siempre ha aspirado. La democracia, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad no pueden sucumbir a las amenazas externas, ni internas -Hitler fue europeo, pero hasta hace bien poco, nos avergonzábamos de él y condenábamos lo que hizo- y así terminar con lo que queremos que sea Europa. Cerrar las fronteras a los refugiados, esto es, cargarse de un plumazo todos los acuerdos internacionales de solidaridad, es una demostración de esta renuncia que, por desgracia, jamás nos librará del fanatismo externo e interno, pero que ya nos convierte en menos Europa de lo que éramos ayer.