Me ha venido a la cabeza la imagen del circo de tres pistas mientras intentaba seguir los movimientos de las distintas fuerzas políticas tras el anuncio de Pedro Sánchez de su voluntad de intentar formar gobierno.
En la pista central, la más visible y expuesta a la observación pública, se han desarrollado las negociaciones y los diálogos cruzados dirigidos a buscar apoyos a un gobierno presidido por Sánchez. En esta pista se han sucedido las reuniones bilaterales (también con otras fuerzas, como IU, PNV, Compromis o ERC) que, finalmente, han dado lugar al ya conocido acuerdo entre PSOE y Ciudadanos.
La segunda de ellas es la pista en la que todos los partidos hacen sus cálculos y buscan recolocarse de la mejor manera posible antes unas más que probables nuevas elecciones. Qué puede ser mejor en caso de que haya que volver a pedir el voto a la ciudadanía, ¿aparecer como adalides de la gobernabilidad a cualquier precio o presentarse ante los electores con una imagen de firmeza ideológica?
La tercera pista es aquella en la que los partidos están librando sus propias batallas internas. Es el caso, muy especialmente, del PP, el PSOE y Podemos, donde los resultados electorales y el complicado escenario de potenciales acuerdos para constituir gobierno han abierto importantes debates en su seno, en los que se cuestionan más o menos abiertamente liderazgos, estrategias y propuestas. En esta pista no actúan ni Ciudadanos ni el resto de partidos minoritarios, que miran desde los camerinos cómo los más grandes se entrampan con silencios, corrupciones y refundaciones, derogaciones que no son tal y consultas vacuas a la afiliación, arrogantes propuestas de ministerios y vicepresidencias y candorosos derechos a decidir.
Tres pistas, tres juegos, cada uno de ellos con sus propias reglas y su esquema de ganancias y pérdidas; tres espectáculos con lógicas distintas y con una cierta autonomía, pero con grandes conexiones entre sí. Tres pistas que, en función de los acontecimientos, pueden convertirse en centrales o en periféricas. Y así, en los próximos días el equilibrista puede convertirse en hombre orquesta, la tragasables en trapecista, el prestidigitador en saltinbanqui, la cuentacuentos en patinadora, el forzudo en payaso triste …
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