El PP ha convertido el asunto Rivera en un fracaso propio cuando realmente es un éxito para el País

lunes, 27 de noviembre de 2017

Carta a algunos colegas europeos


Es posible que no hayáis reparado en ello, pero desde 1978 España es una Monarquía constitucional descentralizada que otorga a los ciudadanos las mismas libertades civiles que cualquier otra democracia parlamentaria de la UE. Con muchos defectos, lo reconozco. Pero entre ellos no está la restauración de la dictadura franquista, por mucho que a algunos os entristezca enteraros de esta cruel realidad.

José Luis Pardo ElPaís
Todavía recuerdo cuando, no hace mucho, vosotros mismos me mandabais mensajes de apoyo a la “liberación del pueblo vasco” en cuyo nombre la organización terrorista ETA asesinaba regularmente a ciudadanos inocentes y constituía la amenaza más grave contra la recién renacida democracia española, porque tampoco estabais al corriente de que España había dejado de ser una dictadura ni de que el País Vasco es una de las regiones con mayor poder de autogobierno en el contexto de las democracias avanzadas del mundo.

Comprendo incluso que, como algún atlético economista griego que llevó a su país a altísimas cotas de bienestar, encontréis mucho más cómodo luchar contra el franquismo 40 años después de su desaparición, porque sé por experiencia que hacerlo cuando aún estaba vivo no era nada agradable. 

No sois, en verdad, los únicos que habéis resucitado al franquismo para obtener satisfacciones político-emocionales. Lo hicieron también aquí mismo (en paralelo con fenómenos similares surgidos en otras latitudes europeas) los populistas que con tanto éxito lanzaron sus redes para pescar descontentos en las turbias aguas del río revuelto por la crisis económica.

Y a ellos se unieron al poco los nacionalistas catalanes, que desde hace muchos años mantenían —eso sí, hasta entonces sólo en el discreto ámbito de su hegemonía territorial— ese mismo discurso anacrónico de “lucha contra la España franquista”, porque el antifranquismo (más presunto que real) es el único timbre de progresismo que puede exhibir una ideología tan poco progresista como la suya.

Así que permitidme una recomendación: si de verdad queréis luchar contra las derivas autoritarias, los totalitarismos líquidos y los caudillismos fanáticos, digamos todos en voz alta que el nacionalismo y el populismo, como ambos reconocen, no son de izquierdas ni de derechas, sino que pretenden justamente terminar con el pluralismo democrático y con la distinción entre izquierda y derecha para instituir en su lugar el reinado de “un solo pueblo” .