Para canalizar el conflicto en el interior de sociedades plurales, la democracia representativa se mueve en el filo de la navaja: promueve la diversidad de valores e intereses, pero reclama de sus protagonistas disposición al diálogo razonado en busca del consenso. No hay que ponerse de acuerdo a la fuerza, sino esforzarse por deliberar con respeto a las reglas del juego y en el marco de las leyes. Se trata de un ideal regulativo, que trata de reducir los niveles de ruido blanco que inevitablemente produce una realidad social abigarrada, caótica, desordenada. Pasar del exabrupto a la persuasión y del eslogan al argumento: he aquí un programa de mínimos para la cultura democrática.
elmundo.es/opinion/2017/11/18 |
Por este camino, la cuarta pared del teatro político se rompe y el diputado se convierte en troll. O sea, en un agente provocador dedicado al terrorismo simbólico con objeto de excitar emocionalmente a sus seguidores. ¡Ejemplaridad negativa! Y peligro para las democracias: si gobernara el bufón, se nos helarían las sonrisas.