El PdeCAT es actualmente un instrumento en manos de Puigdemont y nadie dentro del mismo está dispuesto a discutírselo. Es la antítesis de lo que, por ejemplo, el PNV entiende que debe ser una organización política, donde quien manda es el partido y el líder está estrictamente a su servicio.
El fracaso en su día del plan Ibarretxe, que pretendía un secesionismo encubierto que acabó llevando a los nacionalistas a la oposición, condujo a un nuevo modelo, donde el poder está, en teoría, sin discusión, en Sabin Etxea. Sin aventuras, ni ocurrencias.
Hoy el Gobierno vasco tiene el mayor grado de autogobierno de ningún territorio que no sea un Estado de todo el planeta. Lo que sucede en Catalunya, y en el PDeCAT en concreto, es visto en Bilbao como una cadena de errores en los que no se está dispuesto a caer de nuevo. Sería un suicido político. Y por aquí, nadie quiere jugar a mártires.
Así que han decidido marcar distancias con sus ex-socios a fin de no contaminarse con sus políticas. Sabia decisión.