La paciencia y generosidad de Sánchez con quienes le traicionaron en octubre de 2017 es proverbial.
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Pese a que sus más íntimos amigos imitaron a Judas Iscariote, en la noche que lo tiraron por la ventana de Ferraz, no ha caído en la lógica venganza, ni siquiera los ha dejado tirados en el desempleo. Pero, sería tomarle por estúpido pensar que, a la hora de confeccionar las listas electorales, les va a incluir en ellas.
¿Qué sería hoy del PSOE si en aquel otoño de 2017 estos diputados hubiesen logrado acabar con Pedro Sánchez? ¿Hubieran votado la moción de censura contra Rajoy?
La pretensión de los Pradas, Carmona, Urquizu y tutti quanti por entrar en el listado es un contrasentido, aunque, visto desde su óptica, no lo es tanto, ya que necesitan ser diputados para poder llevar a cabo sus objetivos. No les basta, claro está, ser senadores, cuando ni siquiera deberían serlo.
Si la lealtad del grupo parlamentario a todo Gobierno socialista es siempre fundamental, mucho más lo debería ser tras el 28 de abril.