en la que elegiremos el nuevo Parlamento Vasco.

viernes, 8 de marzo de 2019

Poner en duda el significado y la oportunidad de conmemorar el 8M demuestra la necesidad de hacerlo y la realidad de un machismo echado al monte y a los Parlamentos.

Hacerlo bajo el argumento de que su celebración es un "ataque a los hombres que divide a las mujeres" refleja que el machismo se siente acorralado y que es consciente de que la defensa de su modelo de sociedad ya no se puede hacer sólo con el relato de la historia, y que ahora necesita atacar de manera explícita y directa a la Igualdad y a las personas que la reivindican.

La eclosión del 2018 significó un punto y aparte en la reivindicación feminista, que culminó con la huelga del 8-M, ampliamente seguida entre la población y secundada por sindicatos y partidos de izquierda.

Hace un año, se visualizó como nunca una ola de protesta que reclamaba una igualdad total y efectiva y la erradicación de todas las políticas y los usos cotidianos discriminatorios con una lección de dignidad que también ponía sobre la mesa las precarias condiciones de trabajo, la brecha salarial y el llamado techo de cristal.

Un año después, el movimiento feminista sigue más vivo que nunca porque la falta de equidad está vigente, como lo están también los reiterados casos de violencia de género y los escasos recursos destinados a combatirla.

Pero un año después, sin embargo, las condiciones han cambiado en un sentido. La inminencia del periodo electoral ha provocado posicionamientos distintos de los partidos  y el feminismo ha pasado a ser, con más intensidad, un punto crucial de los programas, en el intento de capitalizar un voto, el femenino, que según el CIS será decisivo para el 28-A. 

Además, en los últimos meses, con la previsible irrupción de la extrema derecha en el panorama nacional y con el cuestionamiento ultraconservador de derechos que parecían inamovibles o con la introducción de eufemismos para convertir la violencia de género en violencia doméstica, el debate se ha encarnizado.