Dos sanitarios atienden ayer a una migrante en el 'Open Arms'. EFEelpais/opinion/RUTH FERRERO-TURRIÓN |
La cuestión de fondo es mucho más grave que el desembarco puntual de un centenar de perdonas cada quince días en un puerto europeo. El problema es que no existe la determinación firme por parte de los Estados miembros de la UE de apostar por una estrategia común que aborde la migración como un fenómeno estructural y no coyuntural, y para ello es necesario ser consciente de su inevitabilidad en el contexto de globalización en el que vivimos y dejar de intentar arreglar situaciones extremas en función de acuerdos adoptados deprisa y corriendo que a lo único que llevan es a la utilización partidaria de una cuestión tan sensible como esta.
Es fundamental que los líderes europeos, que tienen la competencia en la materia, pongan la suficiente voluntad política encima de la mesa para diseñar una política migratoria común que sea capaz de abordar esta cuestión de forma estructural.
La externalización, la criminalización y la militarización de las fronteras es obvio que no solo no acaban con la migración, sino que además la convierten en una cuestión política que se utiliza con fines utilitarios. Es fundamental, por tanto, trabajar desde una perspectiva de derechos humanos con una aproximación integral de la cuestión migratoria desde origen, tránsito y destino de las personas en movimiento.