Cuando se eleva a categoría de verdad absoluta y de virtud absoluta el principio de la inclusión de todo lo que es diferente, considerando al mismo tiempo que la verdad y la virtud absolutas son patrimonio exclusivo de una ideología o incluso de un partido concreto, se está paradójicamente excluyendo del conjunto de la ciudadanía a la mitad de esta.
Cuando se pretende constituir una sociedad en comunidad política basándose en lo que diferencia a los ciudadanos –identidades e intereses–, en lo que los divide y no en lo que comparten –la igualdad en derechos y libertades–, se está haciendo imposible la comunidad política que es el Estado de Derecho.
Llegados a ese extremo, lo que tenemos no es una guerra civil cruenta, pero sí una situación de fallida constitución de una comunidad política. Parece que estamos abocados a ello por el juego de los políticos responsables, o más bien irresponsables, desde hace algunos lustros. (J. Arregi ayer en El Correo)