Parece ser que Urkullu viajará la próxima semana al Vaticano, por segunda vez en dos años y medio, pese a que no es habitual que el Estado Católico reciba a presidentes de entidades administrativas que no son Estados, en esta ocasión para abanderar en Roma y ante el Papa Francisco su propuesta para un reparto por cuotas de los refugiados que llegan a las costas europeas.
La idea de Urkullu me parece muy loable, si bien no entiendo por qué se dirige al estado religioso ubicado en la capital del imperio romano, a no ser que como estado que se autoconsidera, también se implique en la recogida de ciudadanos africanos salvados en el Mediterráneo por naves europeas.
Que se asuma su plan o no, y que éste pueda desarrollarse con éxito parece más tema competencial de Bruselas que del estado de los pastores con sotanas.
No me extraña que si en este país la máxima autoridad administrativa viaja al Vaticano a resolver problemas internacionales, el capitán del Athletic se arrodille con el balón ante una escultura católica de la virgen de Begoña.
No me extraña que si en este país la máxima autoridad administrativa viaja al Vaticano a resolver problemas internacionales, el capitán del Athletic se arrodille con el balón ante una escultura católica de la virgen de Begoña.