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lunes, 12 de agosto de 2019

Los homenajes a presos de ETA rompen el itinerario de la paz y la convivencia.

Foto : www.diariodenavarra.es/noticias/navarra/
Texto : noticiasdenavarra.com//homenajes-perdidos
Bucear en lo que cada uno de nosotros hicimos cuando los tiros y las bombas formaban parte de nuestro paisaje suele romper muchos espejos. Nadie dijo que recordar fuera fácil. Pero eso es parte del proceso, quienes fueron en el mismo tren que ETA deben adaptarse a un nuevo escenario, y si es por convicción mejor. Porque el ejercicio de la violencia, o la defensa de la misma, embrutece y deshumaniza. De ahí que tengamos que reconstruir pieza a pieza el paisaje moral que nos rodea.
En nuestro caso además, la ética adquiere una centralidad evidente. Porque aquí la garantía de no repetición no se refiere tanto a la aparición de una nueva banda terrorista, sino a la no repetición de los valores y las ideas que hicieron posible el tiro en la nuca. En ese marco de preocupaciones la deslegitimación social de la violencia es lo prioritario, por urgente, por determinante.
La memoria es frágil y a veces no aguanta ni una generación. En el futuro quienes no han vivido la crueldad del asesinato, se pueden ver cautivados por la épica de la violencia que no se ha sufrido. Por eso, necesitamos ciertos anticuerpos para que no se extienda el odio, para que no sedimente, para que nadie vuelva a creerse en el derecho a decidir quién vive y quién no. Romper lo que Grossman llama fascinación ante las ideas grandilocuentes, en cuyo nombre todo se convierte en lícito, es importante. (Continua)