Observo cierta unanimidad en nuestros viejos y amados periódicos de papel al señalar que el acuerdo trifachito de Madrid contribuirá a la estabilidad institucional. Sin ir mas lejos El País destaca que PP y Ciudadanos han conseguido que Vox «desistiera de sus postulados más extremistas sobre las leyes LGTBI y los menores inmigrantes».
Como si fuera un gran logro. La prensa conservadora está intentándonos hacer creer que Vox no existe. Que su presencia en los gobiernos ha sido domesticada por estadistas de gran estatura intelectual cual Ayuso, Almeida, Casado y Rivera. Cuánto echa uno de menos a M. Rajoy, que por lo menos leía el Marca.
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La domesticación de la ultraderecha se nos está vendiendo como un logro de nuestra democracia, cuando es la ultraderecha, entrando en las instituciones, la que ha domesticado a nuestra democracia. Que ya era más que doméstica.
Aquí, esa democracia ha sido tan doméstica que no ha juzgado ni a uno solo de los criminales del franquismo. Era tan doméstica que se dejó acariciar incluso por las manazas fascistas de Manuel Fraga cuando firmó la Constitución. En España, la izquierda siempre es doméstica, como los gatitos que hacen malabarismos y tontás en los videos de twitter.