De Matteo Salvini podría decirse que también quiso como Claudio ser un dios, en este caso de la política, pues utilizó un partido regional como la Liga Norte para llegar al poder, hasta convertirse en el hombre fuerte de Italia. Este verano no lo hemos visto camino del cielo, sino de las envidiables playas italianas abrazando a sus partidarios, devorando pizzas y fotografiándose en bañador con bellas sirenas.
El ministro del Interior, con su discurso contrario a la inmigración e incluso refractario a la UE, ha conseguido una popularidad cercana al 40%, lo que le ha llevado a forzar unas elecciones anticipadas tras romper su alianza con sus socios del M5E.
Como el emperador Claudio, estaba convencido de que pasaría la prueba para ser considerado poco menos que un dios terrenal. Pero la oposición del PDI ha jugado sus cartas, aliándose con el M5E, con quienes va a gobernar Italia.
Salvini, que estaba encantado de haberse conocido, se encuentra indignado consigo mismo. Ha cometido un error de cálculo e, igual que Claudio, pasará los próximos meses removiendo los dados en un vaso agujereado. Los ídolos de barro se resquebrajan al sol.