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Las crónicas dan a entender que todos empiezan a asumir el adelanto electoral para el próximo 10 de noviembre. Unos y otros fueron al encuentro sin un pensamiento positivo y se puede creer que, más que negociar, se refugiaron en sus trincheras.
Lo único interesante de la reunión es que los reproches han sido comedidos y hasta se pactaron los calificativos del desencuentro. Estamos al borde del precipicio, pero nadie ha dado un paso al frente.
Tanto Adriana Lastra como Pablo Echenique han resaltado el buen tono, la cordialidad y la relación personal de los negociadores. Es decir, que podrían ir de copas pero no se les puede pedir un acuerdo. Lastra ha dicho que se sentarán las veces que haga falta. No desean una investidura gratis, pero tampoco pagar un sobreprecio.
Volver a votar es jugar a la ruleta rusa ante las tormentas que barrunta la economía. Todos tendrán que explicarlo muy bien si no quieren ser castigados en las urnas.