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EL presidente de la Generalitat ha confesado en alguna ocasión que su poder, en el actual momento que vive Catalunya, es disponer de una bala de plata: la convocatoria de las elecciones.
Y, curiosamente, no parece muy decidido a dispararla como respuesta a la sentencia del Tribunal Supremo. Prefiere un Hong Kong en la calle que una reflexión en las urnas. Siempre ha dicho que se siente más un activista que un político, pero lo sensato ante el fallo es dar una respuesta que permita trabajar para la Catalunya del 2030, antes que crear un colapso en la vida económica del país.
La apelación de la bala de plata es una metáfora que ha pasado de la licantropía –con ellas presuntamente se mataba a los hombres lobo– a la política. Se trata de la última posibilidad para resolver una situación.
El mundo exconvergente no es favorable a la convocatoria electoral, porque las encuestas dan ganadora claramente a ERC. Pero tener dos años el país sin presupuestos y un Parlament al ralentí resulta el peor de los mensajes a los ciudadanos. Ya es hora que algunos dejen de pensar en lo suyo, para abordar lo de todos.