El tono de confrontación, cansino y estéril en casi toda circunstancia, ha sido el que ha presidido las sesiones del debate de política general en el Parlament.
La bronca ha prevalecido, pues, sobre lo que debe caracterizar estos debates: la discusión relativa a materias de la gestión política que repercuten en la vida de los ciudadanos, desde la educación y la sanidad hasta la inmigración.
Pese a todo, también se han abordado estas cuestiones en el debate. Y quizás lo más relevante haya sido que, en esa atmósfera de confrontación, se apreciaran ámbitos de coincidencia en varias materias. Una decena larga de propuestas del PSC, por ejemplo, fueron aprobadas con la anuencia de partidos dispares.
Todo ello viene a recordarnos que más allá del rifirrafe inacabable que se retroalimenta perviven las cuestiones que determinan la calidad de nuestras vidas. Y viene a sugerirnos que, si el foco se apartara de lo simbólico, acaso podrían formarse mayorías alternativas.